Hace exactamente un mes, los Registros de Internet (las entidades responsables de administrar los espacios de direcciones IP) así como otros grupos técnicos relacionados anunciaron un acuerdo de cooperación para soportar la adopción global de la nueva versión del protocolo de Internet (IPv6).
¿Cuál ha sido el impacto práctico del anuncio…? realmente ninguno y así lo entienden los mismos anunciantes que plantean su función como de divulgación y capacitación en la nueva tecnología, reconociendo tácitamente que les es imposible imponer un estándar al mercado.
Algunas de las características claves de IPv6 hoy se enfrentan compitiendo con mejoras a la versión actualmente usada del protocolo (IP v4) o de plano atienden a problemáticas que han sido superadas, a continuación dos ejemplos.
Calidad de Servicio – (Quality of Service – QoS)
Los servicios convergentes (voz, datos y vídeo en la misma red) parecen obviar la necesidad de que la red dé trato con prioridad diferenciada a los distintos tipos de tráfico, garantizando niveles de Calidad de Servicio. Hay otra escuela de pensamiento que afirma que tal funcionalidad tiene sentido sólo en redes congestionadas y que antes que los nuevos servicios multimedia saturen las redes de los operadores, nuevas tecnologías de transmisión ofrecerán más ancho de banda tanto en el núcleo de la red como en la última milla.
En cualquiera de los dos escenarios anteriores, no hay necesidad de migrar hacia IPv6. Si las redes IP no requerirán manejar QoS, IPv6 pierde un beneficio insignia. Si QoS se torna un imperativo en todas las redes IP, todas las tecnologías disponibles y en desarrollo para QoS hoy apuntan al soporte para IPv4.
Espacio de direcciones
A mediados de los años 90 el crecimiento explosivo de Internet amenazaba con agotar el espacio de direcciones IP disponible para la conexión de más dispositivos. Los grandes usuarios encontraron una opción en el protocolo NAT, que hizo posible que múltiples equipos compartieran una sola dirección. Hoy el contar con NAT es un imperativo de seguridad, ya que la naturaleza del protocolo hace que los equipos de las redes empresariales sean “invisibles” para el resto de la Internet y de esa forma queden protegidos contra intrusos, hackers, gusanos y otros riesgos informáticos.
Por otro lado, una de las tecnologías que ha recibido mucha atención por parte de la industria es MPLS y su capacidad para que múltiples usuarios implementen sus redes sobre una misma infraestructura física, sin que el tráfico de tales redes interfiera entre sí para forma Redes Privadas Virtuales. Un beneficio clave lo ofrece una característica llamada “Espacio Privado de Direcciones”, donde los usuarios asignan arbitrariamente sus direcciones IP a sus redes sin hacer uso de las “escasas” direcciones públicas para Internet y sin que esto les imposibilite hacer uso de una infraestructura pública.
Es claro que hoy los incentivos están puestos para que los grandes usuarios aprovechen los beneficios de la Internet y otros servicios basados en IP, sin importar cuanto puedan crecer sus redes y sin tener que recurrir al espacio de direcciones de Internet o de otras redes privadas. Un protocolo que ofrece como “beneficio” clave un espacio de direcciones más grande (i.e. IPv6), no ofrece en sí mismo ningún atractivo práctico.
¿Quién manda en Internet?
Es natural que muchos reguladores en Latinoamérica y en el mundo sean recelosos de organismos como la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN), los Registros de Internet y otros que como éstos representan entidades con más autoridad operativa sobre Internet que los mismos reguladores. Con todo ello, el caso de IPv6, no hace más que dejar en claro que tal autoridad está circunscrita a áreas muy específicas de la operación de la Red y que incluso en algunos casos tal autoridad es casi simbólica. No hay una sola entidad que pueda ejercer un control real en todos los asuntos de la misma.
Ante ese escenario, ¿es posible pensar que algún día sea posible una regulación para Internet tal como hoy existe para la red telefónica? La realidad es que la tecnología en sí misma bloquea todo intento en ese sentido: IP no ofrece ninguna funcionalidad intrínseca para la medición y el tasado de tráfico, funcionalidades que son el núcleo de los esquemas tarifarios y regulatorios que rigen en la red telefónica.
Implantar cualquier esquema regulatorio para Internet implica no sólo legislar y crear reglamentos. Imitar la regulación telefónica implicaría forzar a fabricantes de equipo, software y operadores para crear nuevas tecnologías, desarrollar nuevos sistemas y adecuar las redes a los posibles nuevos requerimientos, el costo de todo ello con cargo a los usuarios.
¿Hay alternativas…?
Por supuesto, crear reglamentaciones burdas que distorsionan mercados y bloquean la competencia. Es el caso de la reglamentación que en Chile fuerza a los operadores de Internet a dar interconexión gratuita a todos sus competidores, ante la carencia de mecanismos que permitan un esquema de compensaciones entre operadores de acuerdo al real uso mutuo de sus redes. En la región, sólo Cuba cuenta con una reglamentación similar.
Buscar regular Internet es una empresa muy complicada que requeriría de mucha ejecución, más allá del de por sí complejo trabajo legislativo, sin embargo hoy la magnitud del esfuerzo no parece justificarse por beneficio alguno para sus usuarios.