Inequidad y tecnoescepticismo

Este 20 de noviembre se publicó en español el libro del economista francés Thomas Piketty, el cual se ha convertido en el fenómeno editorial del año. Es muy raro que un libro de economía alcance el primer lugar de ventas en los Estados Unidos, pero poco sorprende el éxito de un texto que aborda la tan actual discusión sobre la inequidad económica.

Desde el título Piketty busca la provocación, pues con “El Capital en el Siglo XXI” aspira a convertirse en un economista que eventualmente sea tan relevante como Marx lo fue durante el siglo XX.

La tesis general de Piketty estipula que la acumulación de riqueza está creciendo más rápido que el total de la economía, por lo que con el tiempo, los ricos se vuelven aún más ricos y el resto de la población queda más lejos de tener un nivel de vida similar o cercano al de quienes más tienen.

De acuerdo a Piketty, este mecanismo de aumento de la inequidad es una “ley” ineludible del capitalismo y sólo se puede esperar que sus efectos sean aún más graves, a menos que todos los Estados del mundo intervengan de manera coordinada imponiendo un impuesto global a la riqueza (algo que el mismo Piketty reconoce como poco viable).

Un elemento central en la “ley” expuesta por Piketty es la idea de que  una tasa de crecimiento normal de la economía no puede ser superior a un 1.5% anual. Piketty dedica bastantes páginas para defender la idea de que un crecimiento económico superior a un 1.5% anual es una severa anomalía en la historia económica.

Y es este argumento el que encuentro más criticable en las ideas de Piketty, ¿realmente la economía está condenada a crecer a tasas bajas (menores al 1.5%) que no contribuirían a mejorar el nivel de vida de la mayoría de la población?, ¿queda descartado que el desarrollo y adopción en nuevas tecnologías generen continuos incrementos en la productividad como ha ocurrido de forma más o menos constante desde la Primera Revolución Industrial?

Piketty está convencido que no hay nada en el mundo contemporáneo, empezando por las tecnologías de la información, capaz de impulsar a la economía a crecer a más de un mediocre 1.5% anual y ofrece como sustento los argumentos  del economista Bob Gordon quien declaró en 2012 que la época de los grandes efectos en la productividad de las innovaciones tecnológicas industriales “terminó en los años setenta y no volverá otra vez”[1].

Lo que al argumento de Gordon pueda faltarle en calidad, podemos compensarlo por la  cantidad de dichos de otros economistas de alto perfil que, aún sin ser citados por Piketty, opinan en el mismos sentido: por ejemplo Robert Solow, especialista en crecimiento económico y Premio Nobel de Economia en 1987[2] famosamente declaró que “las computadoras pueden encontrarse en todos lados excepto en las estadísticas de productividad”[3] o Paul Krugman, otro Premio Nobel de Economía (2008)[4] que en 1998 declaró que “más o menos en 2005 quedaría claro que el impacto de la Internet en la economía no sería más grande que el de la máquina de fax” [5] [6]

Si bien Piketty está en lo cierto cuando afirma que el crecimiento histórico de la economía global en muy pocas ocasiones ha sido superior anual al 1.5%, resulta un ejercicio ocioso comparar la productividad económica de la edad de piedra o cualquier etapa previa al año 1750, con las etapas de alto crecimiento posteriores a la primera Revolución Industrial.

Lo que Piketty y otros tecnoescépticos pierden de vista es que la adopción generalizada de nuevas tecnologías permite que éstas se aprovechen de formas innovadoras que generen aún más nuevas tecnologías y mayor productividad. Tenemos tractores porque primero tuvimos motores de combustión interna porque primero tuvimos motores a vapor. Contar con más tecnologías nos permite que sea mucho más fácil generar innovaciones (no menos) en lo que se conoce como innovación combinatoria.

Y si algo caracteriza particularmente a las tecnologías de la información es constituir el caso más extremo de posibilidades de innovación combinatoria que ha conocido la humanidad. Hoy tenemos Netflix y Spotify en cualquier lugar porque primero tuvimos smartphones, porque primero tuvimos comunicaciones de banda ancha móviles y antes que todo ello tuvimos microprocesadores, teléfonos móviles y muchas otras innovaciones que resultaron en el poder que hoy tenemos de disfrutar el entretenimiento que deseemos donde lo deseemos.

Piketty recuerda que durante el s. xx los ciudadanos de países desarrollados mejoraron su poder de compra y estándar de vida al contar con nuevas opciones de consumo en bienes manufacturados que previamente no existían (automóviles, electrodomésticos, etc.), pero él y otros tecnoescépticos no encuentran en la posibilidad de que nuevos servicios digitales sean capaz de ampliar la frontera de producción de la economía, ofrecer nuevas opciones de consumo y finalmente mayor crecimiento económico.

Seguramente Piketty notaría que todas las suscripciones de 3G-4G y a servicios como Netflix o Spotify no representan actividad económica suficiente como para ser considerados motores del crecimiento económico y tiene razón. Donde Piketty muestra una carencia de. visión es en identificar como las mismas tecnologías que hoy han multiplicado nuestras opciones de entretenimiento, apenas comienzan a transformar la forma como recibimos servicios de salud, de educación y cómo nos relacionamos con el gobierno.

Por otro lado, no tenemos que perder de vista cuán inmaduras aún son las Tecnologías de la Información, en el sentido de que lejos de ser tecnologías “terminadas” éstas aún se encuentran en una continua transformación. Hoy el cómputo móvil habilitado por servicios en la nube es aún una novedad que no está difundida de manera generalizada y que poco  tiene que ver al cómputo centralizado de las grandes computadoras de los años setenta, sin embargo ambas tecnologías para un analista miope solo son “Tecnologías de la Información” sin diferencia entre sí.

Faltan años aún para que las tecnologías de la información converjan a una mayor estandarización y difusión de forma que su impacto a la economía sea patente. Una tecnología que hoy pareciera tan relativamente simple como el tractor, tardó más de 50 años de estar ampliamente disponible en los Estados Unidos y sólo fue hasta entonces cuando su impacto pudo comenzar a ser medido en la economía[7]. Piketty y otros tecnoescépticos aún no han experimentado las múltiples sorpresas que las tecnologías de la información deparan al crecimiento económico.

 

[1] http://www.nber.org/papers/w18315.pdf

[2] http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/economic-sciences/laureates/1987/solow-bio.html

[3] http://en.wikipedia.org/wiki/Robert_Solow#Quotations

[4] http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/economic-sciences/laureates/2008/krugman-facts.html

[5] Krugman posteriormente se retractaría del dicho – http://www.businessinsider.com/paul-krugman-bitcoin-2013-12

[6] http://web.archive.org/web/19980610100009/www.redherring.com/mag/issue55/economics.html

[7] http://conversableeconomist.blogspot.mx/2014/04/when-technology-spreads-slowly.html

El Cash de Apple

No es una casualidad que en la etapa de largo plazo que se está inaugurando para la industria de tecnologías de la información y sobre la que recientemente comenté alguien como Steve Jobs hiciera una férrea defensa de sus reservas de efectivo para poder emprender y correr “nuevos y audaces retos”, Wireless Week reseña:

one of the most interesting quotes to come out of the meeting was Jobs’ insistence that Apple was holding onto its cash in order to take “big, bold risks,”

No es el único planeando para ello.

Tanto efectivo (Google, Microsoft, Apple e Intel) y ¿tan pocas ideas?

Alguna ocasión escuché a un analista decir que no gustaba de invertir su dinero en acciones de compañías que pagaban dividendos a sus accionistas. El comentario decía algo cómo que era lamentable el escenario de una compañía que, al carecer de ideas para la inversión, no encontraba mejor uso a sus reservas de efectivo que devolver éste a sus inversionistas.

El sitio Sillicon Alley Insider publicó recientemente esta gráfica que compara las amplias reservas de cash de Google, Microsoft, Apple e Intel:

Por su parte, Strategy+Business publica una nota donde se hace una reflexión sobre el momento en que se encuentra la economía respecto al modelo de largo plazo de la gran economista venezolana Carlota Pérez. El modelo está expuesto con todo detalle en el libro Technological Revolutions and Financial Capital: The Dynamics of Bubbles and Golden Ages.

En todo ciclo económico ligado a la adopción masiva de una nueva tecnología (en nuestros tiempos, las tecnologías de comunicación e información en su conjunto) existe un punto de quiebre caracterizado por una crisis y reestructura del sistema. Actualmente vivimos este período el cual probablemente comenzó desde el desinfle de la burbuja del Nasdaq en Marzo del 2000.

Posterior al quiebre, podemos esperar, si se dan las reformas necesarias al sistema financiero, una era dorada que duraría de 20 a 30 años (la última vez ésta ocurrió en los años de 1950 a 1970 aproximadamente) y que se caracterizaría por una dependencia del capital generado por utilidades de las empresas, no del de los mercados financieros, para financiar inversión en investigación y creación de infraestructura. Tal inversión finalmente traería grandes ganancias en productividad al total de la economía y se traduciría en un incremento en el bienestar de la sociedad.

De nuevo tomando el ejemplo del último ciclo, caracterizado por la adopción masiva de tecnologías alimentadas por electricidad tanto en la industria como en el hogar, podemos ubicar en su era dorada al México de los años 60, que era un país con inflación de un dígito y crecimiento anual del PIB a tasas superiores al 5%.

En la siguiente gráfica, la cual ha sido tomada de la nota de S+B, se pueden observar las características de esta era dorada, identificada por Pérez como la fase de Despliegue (“Deployment”).

Sería una pena que las grandes reservas de las grandes empresas tecnológicas se usen exclusivamente para devolver dinero a inversionistas. La tradición ha sido en sentido inverso (los accionistas en empresas tecnológicas logran retornos por la apreciación de las acciones, no por los dividendos) y es deseable que ésta condición se mantenga.

En la gran dinámica competitiva del sector tecnológico, estas empresas enfrentarán la necesidad de hacer fuertes inversiones entrando a nuevos mercados (Google creando dispositivos, Microsoft e Intel en dispositivos más allá de la PC del escritorio, ¿Apple en búsquedas?, etc.) y sería una pena que tuvieran que renunciar a ello ante la limitada capacidad de ideas en uso para ese cash que pudieran tener, no ellas, sino sus inversionistas.

La posible fusión de Yahoo y Microsoft: una lección para la Industria TIC

Este viernes 1º de febrero el mundo despertó con la noticia de que Microsoft hacía una oferta hostil para adquirir Yahoo por una combinación de acciones y efectivo que suma $44,000 millones de dólares. La noticia fue sorpresa excepto para quienes habían seguido los pobres resultados financieros de Yahoo recientemente y para quiene s la pregunta ya no era cuándo, sino quién sería quien pronto se abalanzara a comprar a la ahora devaluada empresa.

La fusión no es un hecho; la Junta de Consejo de Yahoo afirma estar buscando opciones más atractivas que la oferta de Microsoft (o quizá solo esté negociando al fingir hacerlo), Google ya declaró que hará todo en sus manos para frenar la operación y no es realista esperar que los reguladores antimonopolios en Estados Unidos y la Unión Europea permanezcan tranquilos sólo observando el proceso.

Sin embargo, toda la incertidumbre que genera el proceso no ha sido limitante para que se viertan múltiples opiniones sobre los posibles efectos competitivos de la transacción y éstas se han dado principalmente en dos sentidos: uno, las voces opinan que la fusión no alcanzará para crear un rival capaz de parar el crecimiento de Google; dos, que la fusión generaría una verdadera alternativa de espacios publicitarios en línea que ayudará a las agencias de publicidad a depender menos de Google.

Por otro lado, hay mucho que reflexionar para la gran mayoría que no somos ni empleados ni accionistas de Microsoft, Yahoo o Google, independientemente de cómo el balance de poder entre estas tres empresas termine al final. Propongo estos temas:

1. Es de esperarse que esta fusión genere más utilidades, pero no para los accionistas de Microsoft. Mucho se ha escrito sobre el gran historial de fracasos de grandes fusiones previas (en todas las industrias) y es fácil recordar varias parejas que no salieron más fuertes después de espectaculares matrimonios (AOL-Time Warner, Digital y Compaq, Sperry y Burroughs integrando Unisys, etc.). Hay mucha literatura sobre el por qué la mayoría de las veces las megafusiones fracasan y se apunta frecuentemente a la incapacidad de coordinación entre dos culturas, dos modelos de negocio o dos mercados incompatibles, pero poco se hace por analizar el estado “macro” de la industria donde operaban las empresas.

En este caso, Microsoft espera lograr ahorros en 1,000 millones de dólares anuales al consolidar las empresas y para lograrlos habrían que esperarse las decisiones difíciles que Yahoo no ha tomado: descontinuar productos actuales y en desarrollo que no son rentables. Microsoft además deberá eliminar aquellos productos que luego de la fusión terminen siendo redundantes.

¿Por qué el entusiasmo de las empresas de publicidad? Es muy probable que Microsoft logre los ahorros que menciona o más, pero lo más probable también es que esos terminen siendo transferidos a las empresas que compran publicidad en línea y no en las utilidades de Microsoft. La razón por ello, además, no dependerá de si los ejecutivos a cargo del proceso sean más o menos inteligentes o tengan mejores o peores capacidades de ejecución. El problema es que la industria de servicios de Internet está madurando. Después de años en que miles de empresas “puntocom” han llegado, experimentado con modelos de negocio y se han ido, ya hay algunas lecciones de qué funciona y qué no. La gente no quiere ser una audiencia pasiva en Yahoo Video, quiere subir sus propios videos en Youtube. La gente solía discutir temas de su interés en listas de correo en Yahoo Groups, pero hoy es más divertido organizar un grupo de interés en Facebook.

Yahoo simplemente no enfrentó tendencias que hoy ni todo el capital (financiero y humano) de Microsoft podrán revertir, lo mejor que queda es que Microsoft logre una operación más eficiente de la que no obtendrá ningún beneficio.

2. Microsoft y Yahoo tienen una oferta de mayor “valor agregado” de servicios en línea pero de bajo “valor económico agregado”. Y aquí viene la lección más importante para la Industria de TIC, que lleva más de 10 años escuchando a una miríada de consultores recetar consejos como “evite que su oferta se torne un ´commodity´”, “busque la manera de agregar más valor”, “debe posicionarse más adelante en la cadena de valor” o “las empresas que no inovan se mueren”.

El principal problema de esas y muchas otras recetas fáciles de negocios es que generalmente descuidan un aspecto vital: completar la receta con un adecuado análisis económico financiero. Yahoo aún es el líder en muchas categorías de servicios: Yahoo Finance es un destino obligado para todo accionista particular, Flicker es el sitio más popular para compartir fotografías, Yahoo Maps es uno de los servicios más útiles de la Web. Pero todo el “valor agregado” que esos y otros servicios de Yahoo y los que Microsoft podría conjuntar (Gmail es un fracaso rotundo frente a Yahoo Mail y Hotmail, imagínense a estos dos combinados) es irrelevante ante el hecho de que Google es el líder en la categoría que representa el mayor volumen de ingresos y la más rentable: la búsqueda en el web y la publicidad en línea asociada.

Quienes aman un buen drama, disfrutarán con seguridad el desarrollo de todo este proceso que (sino aparecen mayores complicaciones) podría llevarse al menos 6 meses. Suficiente tiempo para hacer una reflexión sobre las múltiples lecciones que cada quién tendrá para su negocio en el día a día.

Las múltiples apuestas de Sprint

El pasado viernes 5 de octubre el Wall Street Journal reportó que Sprint está buscando un nuevo CEO.

De todo lo criticable que puedan ser las acciones estratégicas de Sprint en los últimos años quiero destacar un aspecto que no ha sido muy comentado en la prensa.

Se habla de como los analistas han perdido la confianza en la visión de largo plazo de la empresa sin ofrecer detalles que, me parece, tienen que ver con su falta de foco al momento de definir el futuro de su plataforma tecnológica.

Sprint innecesariamente abrió muchos frentes de batalla en los que deberá dividir sus inversiones en infraestructura de los próximos años:

  • Sprint deberá actualizar su red CDMA a futuras versiones de la tecnología EV-DO de lo cual depende la migración de los antiguos clientes de Nextel y su tecnología iDEN a la plataforma qChat.
  • La empresa pretende también crear una red Wi-Max con cobertura en todos los Estados Unidos en la banda de 2.5GHz
  • Adicionalmente, deberá construir una nueva red nacional 3G con cobertura en todos los Estados Unidos en la banda AWS a través del joint-venture Spectrum Co junto con las empresas de cable Comcast, Time Warner y Cox que ganó buena parte del espectro licitado en 2006

El mercado le ha exigido a Sprint al menos agregar un socio en su arriesgada entrada a Wi-Max (la cual no sería tan arriesgada si la empresa dedicara todo su capital y tiempo de ejecutivos de manera exclusiva a ella) y en ese contexto se anunció la alianza con el operador Clearwire.

De cualquier forma, en una industria con costos hundidos tan altos, una empresa no puede plantearse tener tres futuros tecnológicos distintos y esperar que el mercado le crea que, después de apostar miles de millones de dólares en cada uno, será totalmente exitosa en los tres.

¿Qué sigue?

Voy a permitirme recomendar un libro que no he leído, el nuevo de Clayton M. Christensen titulado: “Seeing What’s Next“.

A finales de los años 90 se volvió muy popular el libro “The Innovator’s Dilemma”.. Con el ostentoso subtítulo “The Revolutionary Book that Will Change the Way You Do Business” me parecía el tipo de lectura que sólo la nueva generación de improvisados consultores “puntocom” podría encontrar interesante.

Fue hasta que apareció la secuela : “The Innovator’s Solution” que me permití conocer la obra de Christensen y encontré el trabajo de un gran académico que sustenta sus modelos en observaciones hechas durante varios años en múltiples industrias.

Christensen aborda el problema de generar crecimiento a través de nuevos productos para nuevos segmentos de mercado a través de un marco conceptual sencillo y de aplicación general para cualquier industria. Geoffrey Moore es otro gran estudioso del tema, que sin embargo ofrece una visión que tiende a quedar circunscrita al ámbito de la alta tecnología y parece cada vez más obsoleta (Revisar mi artículo “No más tornados“).

Si bien Christensen parece regresar un poco a la mala práctica de los subtítulos ostentosos (esta vez con “Using Theories of Innovation to Predict Industry Change”), estoy seguro que a partir del gran marco de referencia que ofrece su libro anterior, Christensen ofrecerá una herramienta útil para quien, en cualquier industria, tenga que ponderar posibles escenarios futuros en los cotidianos procesos de planeación empresariales. >

La consultora de Christensen, Innosight, publica un blog de donde recomiendo la lectura sobre las posibilidades de éxito de RIM, la empresa que fabrica la Blackberry, contra el iPhone.

Pescados y celulares en India, elefantes blancos y computadoras en Dominicana

The Economist ha sido un ferviente defensor de la telefonía móvil como la forma más adecuada de aprovechar la tecnología en beneficio de regiones marcadas por la pobreza. Una de sus portadas más memorables está dedicada al tema, con el correspondiente análisis que titulaba:

The real digital divide
Encouraging the spread of mobile phones is the most sensible and effective response to the digital divide”

Seguramente fue en función de ello que Robert Jensen eligió ese medio para adelantar los resultados de su más reciente estudio, donde relata la correlación entre la adopción masiva de telefónos celulares y la eficiencia del mercado de pescados en una región del sur de la India.

Al poder llamar a los mercados de poblaciones vecinas luego de lograr la pesca del día, los pescadores tienen la posibilidad de saber de antemano la demanda y los precios de cada mercado donde pueden vender su pescado. De otra forma “se la tienen que jugar”, esperando que al viajar a la población que escojan haya un precio aceptable para el mismo o, en el menos malo de los casos, que al menos exista demanda suficiente que no los obligue a desechar su pesca (una vez hecho el viaje y dado lo rudimentario de sus embarcaciones, no es realista esperar poder viajar a otra ciudad sin que el pescado se pudra).

El estudio demuestra que existe una correlación entre la adopción de teléfonos celulares entre los pescadores y un incremento de sus utilidades de un 8%. Además el precio promedio del pescado bajó un 4%.

Ya en un documento anterior, Jensen defendía que la tecnología, en general, permitía la fácil diseminación de una información esencial para orientar la actividad económica: los precios, esencial mecanismo de coordinación que da incentivos para que los productores enfoquen su actividad sólo en aquello que los consumidores realmente están dispuestos a adquirir.

Por otro lado, la lección para el caso general debiera ser que la infraestructura que logró tales eficiencias en el caso de la India se debe completamente a la inversión privada a través de un modelo de negocios autosustentable. En función de ello, es risible que los esfuerzos de Latinoamérica insistan en abatir los efectos de la pobreza subsidiando programas para el desarollo de Internet. Simplemente es un modelo inadecuado que promueve la tecnología incorrecta.

Basta ver las declaraciones del promotor del NAP Caribe en la República Dominicana. Si en general, subsidiar infraestructura de Internet es una forma poco creativa de tirar dinero a la basura, el caso particular de los NAPs es aún más desastroso (en este working paper doy mis razones para el caso Mexicano).

Cualquier cantidad que el gobierno de Dominicana dedique a financiar el NAP (se sabe que se invertirán $40M de USD y que la empresa operadora ganó un contrato del que ningún medio reporta detalles) habrá sido un desperdicio por estas simples razones:

  • El NAP no va a lograr nada para los Dominicanos que no cuentan con ingresos para comprar una computadora o no tienen acceso a infraestructura de acceso de última milla a Internet.
  • Lo más probable es que el problema de Dominicana sean altos costos de tránsito hacia Estados Unidos y el NAP no va a ofrecer nada en términos de disminuirlos.
  • Se argumenta que ésto generará más divisas para Dominicana al convertirlo en el “hub” de acceso para otros países en la región. Si éste es el caso y el NAP es exitoso en ello (que sí puede serlo), ¿qué necesidad había de financiar la inversión con fondos públicos?

Desregular: la verdadera acción no vendrá con la revisión a la Ley Telecom

Olviden las polémicas sobre las Reformas a las Leyes de Telecomunicaciones y de Radio y Televisión del año pasado, dentro del ruido que el tema genera se he perdido una declaración de Eduardo Ruiz Vega (Comisionado de Cofetel) que puede tener un impacto más directo y de corto plazo hacia los usuarios finales que las mismas reformas a la Ley.

Sólo un medio (El Universal) tomó nota de la declaración de Ruiz Vega donde habla de la eventual eliminacion de todos los reglamentos específicos de servicios de telecomunicaciones en una sola reglamentación general y más sencilla.

Los beneficios de tal iniciativa son múltiples:

  • Facilitar la convergencia al no limitar el uso de una red a un servicio en particular
  • Acelerar la entrada de nuevos servicios
  • Agilizar los procesos regulatorios mediante principios de aplicación general

Tomo como ejemplo ilustrativo el caso del servicios de Radio sobre redes celulares (“push to talk over cellular”). El servicio se ofrece sobre redes celulares, pero no existe un reglamento de telefonía celular que sancione como éste y otros servicios se podrían ofrecer. Esta indefinición resultó muy cómoda para la pasada administración de la COFETEL, que bloqueó el lanzamiento que del servicio ya tenían listo los entonces 4 operadores celulares en México, argumentando que para ofrecerlo se requería contar con una concesión específica para el mismo.

Por supuesto, la respuesta no debería ser crear un nuevo reglamento separado cada vez que un desarrollo tecnológico facilite la aparición de un nuevo servicio. El time to market, claramente requiere respuestas más agiles que las que el “time to regulate” generalmente ofrece. Pero ésta iniciativa, si es debidamente ejecutada, será un paso adecuado hacia la desregulación del sector.

En un país donde claramente existe un déficit de infraestructura, no hay mejor incentivo para el desarrollo de ésta que abrir las puerta para que las agentes privados puedan tener un oportuno retorno de inversión, ése es el objetivo de los operadores al buscar brindar más servicios en su red y el origen del gran interés de la industria por los procesos de convergencia; el resultado esperado: más opciones y mejores precios para el usuario.

La propuesta dista mucho de ser la sobresimplificación que, por ejemplo, propone The Progress and Freedom Foundation con su proyecto “Digital Age Communications Act” al sugerir eliminar toda la regulación específica a telecom y reemplazarla con regulación antimonopolio, lo cual además es contrario a las conclusiones de otros estudios (Kerf, Neto, Géradin, 2005) que sugieren un adecuado balance entre ambos tipos de regulaciones como requisito indispensable para incrementar la competitividad del sector.

No más tornados

Se cumplen 10 años de la publicación del libro Inside the Tornado de Geoffrey Moore. Durante este tiempo, el libro ha sido la referencia obligada para todos los ejecutivos encargados de diseñar y ejecutar planes de Marketing en empresas tecnológicas. Hoy es el momento de comenzar a buscar ideas en otro lado.

Hay dos razones claves por las que “Inside the Tornado” llegó a convertirse en la Biblia del Desarrollo y Mercadeo de nuevos productos de tecnología. Las primera es simplemente que el modelo propuesto funciona y está respaldado por la experiencia práctica de Moore en infinidad de empresas reconocidas; la segunda viene del detalle con que Moore desarrolló su exposición del modelo que, vía casos ampliamente conocidos (poner ejemplos), logra lo que pocos libros de Management: permitir fácilmente al lector identificar su realidad con los postulados del libro. Es decir, Moore vendió una receta de cocina fácil que además funcionaba de maravilla.

Es de esperarse que la gran receta de Moore siga funcionando por años, pero su aplicación ya no será suficiente, hoy se pueden identificar al menos tres limitantes claves en qué poner especial atención:

* El modelo de Moore no da una receta clara para el largo plazo. Moore establece que su modelo aplica a la vida promedio de un producto de alta tecnología que va de unos tres a cinco años y luego de los cuales el proceso debe repetirse desde cero. Esa recomendación está bien para una empresa con algunos cientos de empleados y algunos millones de dólares de ingresos, sin embargo, no es una opción para corporaciones con decenas de miles de empleados, billones de dólares de ingresos y que operan globalmente en decenas de países.

* Los grandes usuarios empresariales ya no están dispuestos a absorber los altos costos de las nuevas tecnologías disruptivas. El objetivo principal de los libros de Moore es explicar cómo una nueva tecnología puede pasar de curiosidad para tecnófilos a producto de uso masivo. El secreto: encontrar a ejecutivos emprendedores dispuestos a correr el riesgo de una nueva tecnología. El resultado: lograr que efectivamente un puñado de clientes iniciales financien el crecimiento de la nueva empresa. Una clara tendencia de los usuarios empresariales a ser más cautelosos en sus compras tecnológicas, ciertamente hará más difícil encontrar tales emprendedores.

* Los clientes esperan ya soluciones completas desde el día 1, ofrecerlas es un requisito, no una ventaja competitiva.

* El objetivo de controlar la arquitectura de un nuevo mercado va contra toda tendencia actual de la industria. La propuesta de Moore tenía sentido en una industria que no había madurado, que crecía a tasas anuales de dos dígitos y que se encontraba en una fase de absorción en masa de la tecnología. La industria de TICs lleva 15 años pregonando los beneficios de los sistemas abiertos pero en la práctica cada jugador vendía su propio versión de lo que consideraba era abierto. En un mundo donde enemigos históricos como SUN y Microsoft han cedido a la presión de sus clientes por hacer interoperar sus plataformas, la meta de definir una nueva industria a partir de una arquitectura propietaria es francamente inocente.

Las anteriores limitantes no van en detrimento de la validez de varios postulados del libro, por ejemplo, una nueva tecnología radicalmente innovadora debe ser parte de una solución integral para resolver el problema de negocio de alguien sino quiere quedar pronto en el olvido. Lo que ha cambiado son las expectativas de los clientes potenciales quienes están más educados y cada vez serán menos tolerantes a los riesgos.

Es difícil pensar que el sano desarrollo de la industria de TI haya podido lograrse de una forma distinta a la propuesta por Moore, de la misma forma que cada vez será más difícil replicar su éxito.